Por dicha villa cántabra pasó camino de Yuste allá por el año 1556
Te invitamos a dar un paseo por una villa de pequeño tamaño, pero que resume la esencia de Cantabria. Calles llenas de historia al abrazo de una ría, la que forman las aguas del Asón en su camino hacia el mar.
Limpias huele a historia, sabe a ella. Tanto, que hasta el siglo XII aparecía en la documentación de la época como Coabab —con reminiscencias celtas— y que hacia el año 1201 pasó a formar parte del vasallaje de Laredo según disposición del rey Alfonso VIII.
Nombre aquél, Coabab, para el que existen dos explicaciones: la primera, que las mercancías que se trasladaban hasta el lugar, que contaba con buen puerto, se limpiaran allí, lo que hizo que pasara a llamarse Limpias la villa por ser un término más cómodo a la hora de hablar; y también que la villa era famosa por sus aguas termales, empleadas con gran acierto para combatir enfermedades cutáneas. El uso de aquellas aguas cristalinas —“límpidas”— podría ser origen del nombre con el que se conoce ahora a la villa.
Villa tranquila, de calles que huelen y saben a historia, y donde se puede palpar todavía la huella de los indianos retornados, que no dudaron en reivindicar sus logros con hermosas casas con balconadas, escudos y arcos de piedra.

Con mucho sabor a historia, decíamos. Desde la ermita de Santa Isabel, siempre cubierta de hiedra, hasta la de la Piedad, en el barrio de la Espina, mimada por los vecinos que emigraron a Perú en busca de riquezas. Y también la Casa-Torre de Palacio, la del conde de Limpias o la Casa-Lonja del Rivero Palacio, por citar algunas. En la primera de todas ellas, seguramente la casa más antigua de la villa (siglo XVI), se dice que se hospedaron su madre, Juana, y su abuela, la reina Isabel la Católica, camino de Laredo, donde embarcarían hacia Flandes.