El oído para la música de Carlos V

Conocía bien a los miembros de su coro, de tal manera que detectaba quién había fallado a la hora de cantar

De Carlos V se dice que tenía un buen oído musical. Además de desarrollarlo, también se le reconoce una especial habilidad para detectar cuándo algo le sonaba bien, como ocurría con las voces de su coro.

Cuenta Fray Prudencio Sandoval en Historia de la vida y hechos del emperador Carlos V, que Carlos V oía continuamente sermones después de comer y que nunca se cansaba de ellos por largos que fuesen.

Cuando no tenía sermón, su confesor le leía una lección de San Agustín, oía vísperas y completas, y también las fiestas en canto de órgano, que duraban dos horas, sin recibir jamás fastidio.

Por eso refiere Sandoval una anécdota relacionada con el oído música de Carlos V:

“Era muy amigo de la música y que le dijesen los oficios en canto de órgano, con tal que no cantasen sino frailes, que si bien eran catorce o quince los músicos, porque se habían llevado allí los mejores de la Orden, conocía si entre ellos cantaba otro, y si erraban decía: «Fulano erró», y en tanto los conocía y quería que no cantasen seglares entre ellos, que unas vísperas vino un contralto de Placencia muy bueno y llegóse al facistol con los cantores y cantó con ellos un verso muy bien; pero no tornó a cantar el segundo, porque luego vino uno de los barberos corriendo, y dijo al prior que echase aquel cantor fuera del coro, y así se le hubo de decir que callase. Y entendía la música y sentía y gustaba de ella, que muchas veces le escuchaban frailes detrás de la puerta, que salía de su aposento al altar mayor, y le veían llevar el compás y cantar, a consonancia con los que cantaban en coro, y si alguno se erraba decía consigo mismo: «Oh, hideputa bermejo, que aquel erró», o otro nombre semejante. Presentólo un maestro de capilla de Sevilla, que yo cocí, que se decía Guerrero, un libro de motetes que él había compuesto y de misas, y mandó qué cantasen una misa por él, y acabada la misa envió a llamar al confesor y díjole:

 -Oh hideputa, qué sotil ladrón es ese Guerrero, que tal pasó de fulano, y tal de fulano hurtó.

De que quedaron todos los cantores admirados, que ellos no lo habían entendido hasta que después lo vieron”.

Fuente: Cervantes Virtual

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